Tomando el concepto de Freddy Salas en su libro #Humorweaning la pobreza mental es:
“Las pre-nociones a través de las cuales la persona o el sistema teme, trayendo como consecuencia la incapacidad del individuo para asumir el liderazgo y responsabilidad de su propia vida, de sus relaciones y de sus conductas, cualquier que sea su estatus social.”
Al leer esto, me pareció que es una lucha complicada, una de esas batallas que vamos a tener que estar peleando toda la vida, pero dándole más análisis, me di cuenta que más que una guerra sin fin es asumir un estilo de vida diferente, es pensar que las circunstancias no nos definen ni nos limitan.
Por eso, les quiero contar la historia de un personaje que a mi parecer ha hecho toda su vida los pasos necesarios para combatir la pobreza mental como un súper héroe, les voy a contar la historia de Juancito Trucupey.
Juancito y su hermano mayor se criaron con su papá, un emigrante italiano y su hermana, no tuvieron la suerte de tener a su mamá presente en su infancia porque no estaba preparada para asumir la responsabilidad de dos hijos y pensó que estarían mejor con su papa.
Juancito Trucupey no cuenta mucho sobre su infancia, pero sobre todo nunca se queja de las circunstancia, al contrario, dice que paso su niñez jugando metra, perinola y que él estaba feliz.
El y su hermano tuvieron exactamente las mismas oportunidades, crecieron sin muchas comodidades, pero tenían comida sobre la mesa, sus uniformes limpios y dos adultos que cubrían todas sus necesidades.
Trucupey decidió que iba a trabajar recogiendo bolsas en un supermercado, para hacerse un dinerito extra y comprar más metras, pero también decidió que él iba a terminar la escuela, por lo cual iba a trabajar una vez finalizado todos sus deberes escolares.
Unos años después mientras su hermano había decidido dejar la escuela para ponerse a trabajar, Juancito había terminado la escuela y estaba ingresando en la universidad para estudiar ingeniería mecánica por el simple hecho que para él no era imposible, al contrario, su pensamiento era que si otros lo habían hecho, lo más normal es que el pudiera hacerlo también.
Así termino su carrera, sin ser el mejor ni el peor de su clase, pero seguro que este título permitiría ganarse el sustento de su vida.
Al graduarse, empezó a salir con una vecina de su barrio y a los tres meses decidió casarse con ella, la vecina vivía en una casa que le pertenecía a ella y a su hermana, por lo cual Juancito Trucupey decidió invertir todos sus ahorros en comprar la parte de la hermana y así hacer su primera inversión.
Después de allí, siguió trabajando y escalando posiciones, Trucupey era un muchacho vivaracho, no le gustaba mucho leer ni sabía mucho de cultura general, pero desde que se graduó el destino lo encamino al mundo de los repuestos y lubricantes de coche y con tenacidad , investigación y más estudio se fue perfeccionando en su rama
Juancito Trucupey tuvo dos hijas, vendió la casa que tenían en su antiguo barrio y compro un apartamento en un barrio mejor.
Siguió subiendo posiciones hasta estar bien acomodado en una compañía nacional donde era el segundo al mando, tenía un buen sueldo y una oficina bonita, pero su meta estaba clara, él quería trabajar en una trasnacional, para él, allí es donde estaban las mejores oportunidades y no tardó mucho en llegarle una oportunidad.
Así Juancito Trucupey, de la pastora siguió ascendiendo hasta llegar a ser uno de los directores regionales en una petrolera que le exigía viajar constantemente y conocer buena parte del mundo, ya había vendido dos apartamentos más, remodelado una casa vieja y había por fin comprado la casa de sus sueños en una zona de las mejores zonas de Caracas, podía pagarle a sus hijas colegios privados y más adelante costear una de la universidades más caras de caracas para su hija mayor y pagar la carrera de Odontología en una universidad privada para le menor.
Aun con su alto cargo y viendo en un entorno de sifrinos (Pijos) seguía siendo el mismo muchacho vivaracho de barrio, caracterizado por hacer bromas malas, por ir siempre contra la corriente y que sabía aprovechar las oportunidades.
Él siempre supo que podía llegar donde quisiera, por más que le decían que no pertenecía a ese mundo, que era muy chabacano, pero la cosa, es que nunca le hacía caso a las opiniones de los demás, tenía muy claro quién era, el era alguien que quería luchar por dar todas las comodidades a su familia y que sabía que podía conseguir todo lo que se propusiera.
Juancito Trucupey, no era muy creyente, pero respetaba a la religión, tampoco era muy deportista, de hecho tenía una bicicleta desde hace 5 años que había usado como dos veces en su vida, sin embargo un domingo decidió cambiar sus costumbres, se levantó temprano y se fue a manejar bicicleta en los alrededores de su casa, una zona tranquila llamada la Lagunita donde no hay mucho tráfico.
Por cosas de la vida, ese día sufrió un terrible accidente, fue atropellado por un jeep que llevaba pasajeros, como no llevaba cascos, tuvo una fractura de cráneos muy severa.
Juancito Trucupey paso 10 días en terapia intensiva, donde no le daban mucha esperanza de vida, luego de salir de allí, tuvo que pasar un proceso largo, para recobrar sus habilidades, tuvo que aprender a caminar, a hablar, a manejar y hasta pensar, todo desde cero.
Pero Juancito nunca dudo que iba a poder hacerlo, incluso en sus peores momentos Trucupey se levantaba a hacer sus ejercicios, sacaba su peor carácter eso sí, pero esa rabia o impotencia que se sentía solo lo impulsaba a seguir con más fuerzas.
En ese momento, recibió muchas críticas, muchos pensamientos limitantes, de “no vas a poder”, “nunca serás el mismo”, “mucho es si puedes caminar otra vez”; pero eso nunca lo freno, al contrario, le daba más fuerzas para recuperarse y volver a sus actividades.
Al pasar el año Juancito Trucupey estaba recuperado y agarrando el coche para manejar como si nada.
Pero ahora le tocaba otro gran reto, ya no trabaja en una empresa trasnacional que lo apoyara y tenía que surgir solo, por lo que se encamino en varios negocios, trabajando por su cuenta en el mismo sector que tanto conocía.
No todo fueron negocios exitosos, la situación del país tampoco ayudaba y muchas personas con las que contaba le dieron la espalda; pero Juancito Trucupey seguía luchando, buscando nuevas conexiones, nuevas oportunidades, desarrollando su resiliencia cada día y sin perder el ánimo de vivaracho que siempre lo caracterizó.
Juancito entrado en años, aún espera lo mejor de sí. Sigue saludable feliz y emprendiendo nuevos caminos hacia nuevas metas que aún no alcanzado pero seguro logrará.
Juancito Trucupey, no es el hombre con más suerte, ni el más fuerte, si superó todas las adversidades sin perder la energía, es porque se sentía rico mentalmente, porque siempre creyó en el mismo, en sus capacidades, porque no se dejó influenciar por las críticas de los demás.
Porque a pesar de los fracasos, no tuvo miedo de lo desconocido, de salir de su zona de confort, porque en vez de quejarse de las situaciones externas, de lo complicado que se volvía trabajar en su país, aprovechaba las oportunidades.
Porque aprovechó su viveza para salir de todas las situaciones con sentido del humor, porque fracasaba y se levantaba de nuevo, porque nunca fue indiferente a quien necesitara su ayuda, porque tiene como himno la canción de Julio de miranda y se la canta todos los días
“Si esa es la vida
la que nos marca el camino
que nos toca recorrer
para mal o para bien
a mí me toco esta ruta
y que le vamos a hacer
si hay que perder
aun no estoy resignado
déjenme seguir luchando
que mi deseo es vencer”